Siempre creemos que nos faltan cosas para ser feliz. Estamos seguros de que esa felicidad depende de poder lograr un objetivo en particular. Como si la felicidad descansara solo en un futuro deseado. Y siempre creemos que es difícil de conseguir, y quizás así lo sea. Quizás esos objetivos sean difíciles o largos de transitar, pero eso es otro tema, porque la felicidad no descansa en lo que todavía no tenemos, sino en la simpleza de aprender a disfrutar de lo que tenemos.
Feliz no es el que tiene mucho, sino el que sabe disfrutar de poco.
Feliz no es el que tiene mucho, sino el que sabe disfrutar de poco.
La felicidad no tiene que ser un estadio para ciertos momentos de la vida. Como si fuera una recompensa por haber logrado algo, como cuando a un perro al que le dan una galletita por haber realizado la pirueta. La felicidad tiene que ser un modo de vida. Porque la única manera para ser feliz mañana, es siéndolo hoy mismo.
Hay que aprender a ser feliz con lo que tenemos (que siempre es más de lo que pensamos) y no con lo que nos falta.
La felicidad no es algo que llega, o algo que se gana…es algo que se aprende. Depende de nosotros aprender a ser felices y no de objetivos, o de otras personas.
Aprendamos de una vez.