Ir al dentista de niño era mi pesadilla. Había pocos motivos que podían convencerme en ir. Quizás un juguete, un alfajor, ir a la plaza y demás sobornos infantiles. Pero hubo una época en que ir al dentista no me costaba en absoluto, no hacía falta ningún motivo, porque el motivo mismo estaba en ir.
Ella era la dentista más hermosa que había visto. Y era mía, era mi dentista. Por primera vez en mi vida me ponía feliz saber que tenía una carie. Esperaba con ansias que ella dijera mi nombre a medio cuerpo asomándose al pasillo, donde aguardaba junto a mi madre.
En general los primeros enamoramientos de un hombre son con su maestra, pero yo me había enamorado de mi dentista. Que mala elección, si quería evitar el sufrimiento…
Ella era joven y rubia. Me daba charla y siempre me regalaba un chupetín cuando terminaba nuestro encuentro. Dulce y delicada. Imposible no enamorarse de mi dentista.
Un día entro a su consultorio y me siento (saltando) en la silla del paciente. Feliz esperando que sus manos rocen mi rostro por accidente al ponerme el babero de dentista. Pero esa tarde fue diferente. Todo empezó cuando sus primeras palabras fueron: “Hoy puede ser que te duela un poco, pero si sos valiente y resistís, tengo un regalo especial para vos”.
Que fuertes palabras para un niño enamorado. Pedirme que fuera valiente fue la prueba de amor que todo caballero debe cometer para conquistas a su amada. Me puso a prueba y no podía fallarle. ¿Qué clase de caballero sería si me quejaba del dolor?
Lloré del dolor. O por lo menos lagrimeaba e intentaba evitar el sufrimiento con movimientos bruscos de mi cabeza. Mi estrategia era evitar que notara mis lagrimas, evitar que se diera cuenta que su caballero no soportaba un simple arreglo de caries.
Increíblemente al terminar me felicitó. Mi estrategia funcionó, pensé. Y, como me había prometido, fue a buscar mi premio. Abrió el cajón del escritorio, mientras me secaba los restos de lágrimas que quedaban, y me entregó una medalla que decía: Primer puesto. Más contento no podía estar. Eso significaba que yo era su paciente número uno, el más valiente y el más próximo a poder conquistarla. Era una gran señal. Todo estaba funcionando a la perfección, hasta que se me ocurrió ser curioso.
Mi hermosa dentista dejó el cajón abierto, y no tuve peor idea que espiar. Al asomarme me encuentro con que el mismo estaba lleno de medallas. Agarré una al azar y al girarla decía: Primer puesto. ¿Cómo puede ser, si la medalla del Primer puesto la tengo yo? Pensé. Agarré otra medalla, y al darla vuelta decía: Primer puesto. Todas las medallas eran Primer puesto. Me sentí engañado. Un pobre y triste engañado.
Salí del consultorio con mi medalla colgando. Al llegar a la esquina, y sin decirle nada a mi madre, arrojé la medalla a un tacho de basura. Llegué a mi casa con un sabor amargo a desilusión, desilusión amorosa.
Esa tarde de niño aprendí mucho del amor. Aprendí que el dolor, el engaño y la desilusión son 3 actores, tan principales en toda relación, como el amor mismo. Y que seguramente los volvería a encontrar. Y también aprendí que me tengo que cuidar de las mujeres, cosa que de grande todavía no logré…Quizás por no tener la intención de hacerlo.
Me entristeci mucho con la historia, pero como decís, desde chico uno aprende de los golpes, los engaños, las desilusiones.
ResponderEliminarBesote!
Se aprende a los golpes...
ResponderEliminarMe quedo con: "Aprendí que el dolor, el engaño y la desilusión son 3 actores, tan principales en toda relación, como el amor mismo."
¡¡Que lindo volver a leerte!!
¡Besote enorme Luis, buen finde!
Hola Luis, gracias por tu visita a mi blog. Decirte que encuentro muy interesante tu blog y que la historia del dentista me ha encantado por sí misma y por como tú la has explicado. Desde hoy me encontrarás leyendo entre tus páginas!
ResponderEliminarTu historia maravillosa Leerla es sentirla. Sentirla es..................
ResponderEliminarTe cuento un secreto
Odio a los dentistas
...qué palo! me imagino que tus padres no entendían nada...las cosas que vivimos en la infancia y nadie se entera...
ResponderEliminarel amor es así y el dolor es igual, entra todo en un mismo lugar. Pero hay precios qué valen la pena pagar.
ResponderEliminarOh, la primera desilusión amorosa duele más que ninguna.
ResponderEliminar:/
Me encantó la historia.
Un abrazo!
Siempre creí, y nada va a hacerme cambiar de opinión, que los dentistas son gente a las que les gusta torturar a otra gente....
ResponderEliminarY tu relato me lo confirma, lamento decírtelo... :(
Pero cómo es posible que un dentista, después de una visita, te regale un chupetín, sabiendo lo que el azúcar causa en el esmalte dental...
Sin ninguna duda lo hacía a propósito esperando el momento en que aparecieras con esa caries, esa que al arreglarla te iba a doler...!!!
Toda una tortura premeditada....!!!
Y encima de romperte los dientes, para luego cobrarle a tu madre por el arreglo, también te rompía el corazón haciéndote creer que eras único, cuando sólo te consideraba uno más del montón de aspirantes a la medalla... :(
Toda una torturadora, definitivamente...!!!!
;)
Qué historia tan tierna!
ResponderEliminarCoincido contigo en que el amor tiene esos componentes... probablemente porque nadie puede causarte tanta felicidad (y tanto dolor) como la persona amada. Pero esa felicidad hace que todo el resto del camino valga la pena.
Besos
que mocoso inquieto! yo lo ato,,,o le traspaso el cachete con el perno!
ResponderEliminarcomo ayudante del señor Perez y aemás mujer digo: no siempre es así... =))
ResponderEliminarmi primera desilucion no fue de chica, pq vivo en una nube cosmica, fue hace unos años, caundo i amor em dijo q no queria seguir conmigo pq viviamoslejos, ahora q me case, y estoy feliz, vivimos a media hora mas o menos, y sigue escribiendome cosas como: sos lo mejor qme paso enla vida, y dos dias antes de casarme me puso: note cases pq te amo...
ResponderEliminarY creo q el se lo perdió, lamentable, pq realmente soy feliz, pero esa desilucion fue tremenda!!!!!!!!!!!
Haré de profesional y de Pepito Grillo...Qué suerte desncantarse cuando la decepción dura minutos o como mucho horas porque somos niños!! Qué suerte aprender de jóvenes..La decepción de mayores es peor...Tiene mala cura. La FRUSTRACIÓN ES SANA.
ResponderEliminarBesos (me ha gustado mucho...te imagino con el ceño fruncido y los labos apretados),
PAT.
Cuantas veces nos sentimos asi, con la medalla de primer puesto orgullosos en el cuello! y cuantas de esas medallas hay... pero bueno es duro pero uno aprende. Con las mujeres hay que ganarse esa medalla día a día!
ResponderEliminarpor eso existe la anestesia ... aunq deberia usarla un poco más en el amor y no solo con los tornos
ResponderEliminarUh!!
ResponderEliminarLa primera desilusión, tal vez la mas severa...
Eres tan tierno en no cuidarte aún de las mujeres, tu idea del amor supera todas las heridas!
Brindo por ti =)
¡Esa no era dentista!
ResponderEliminar¡Era un fraude!
¡¿Cómo te va a dar un chupetin?!
¡Quería que se te hagan caries para que ella tenga laburo!
¡Desgraciada!
Muy lindo y el remate, brillante.
ResponderEliminarApoyo a yo NO SOY con lo del chupetín, una desgraciada la mujer!
ResponderEliminarMe gustó el final, que pienses que aun no hay cura quita lo triste al abrir lugar a la esperanza.
La no-cura respecto del amor en estos tiempos, al menos donde vivo, es un privilegio, un título de grado.
Si leo "Aprendí que dolor, engaño y desilusión son 3 actores (...)" lo acompaño con un 2 x 4.
Me ha encantado tu historia, ahora mismo yo estoy enamorado de mi dentista
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