Somos esclavos de nuestra edad y de tener que lidiar con todo lo que eso significa.
Saber tu edad te condiciona todo el tiempo a cumplir con lo que la sociedad espera de una persona a tu edad.
Vivimos adaptándonos a un número de documento y nos olvidamos que vivir no es una carrera para lograr los objetivos sociales actuales que el estado necesita de vos, sino vivir en busca de objetivos propios de felicidad.
Vivimos adaptándonos a un número de documento y nos olvidamos que vivir no es una carrera para lograr los objetivos sociales actuales que el estado necesita de vos, sino vivir en busca de objetivos propios de felicidad.
El amor también se ve esclavo de la edad.
La diferencia de edades en el amor siempre fue un tema de discordia. Que se llevan muchos años, que no va a funcionar y demás. Lo interesante es que este dilema nació hace pocos años.
Esta idea de saber nuestra edad cronológica es un invento de la modernidad. Antes la gente no sabía que edad tenía y se enamoraban igual sin saber cuántos años se llevaban.
Otra vez la cultura diciendo de quién te podes enamorar y de quién no.
Pero a la hora de enamorarse es lo mismo para todos, porque el amor anula la edad y ambos vuelven a ser niños.
Los enamorados vuelven a tener 10 años, tengas 25 o 64 años. Todos hacemos esa voz de nene chiquito (sí, todos) todos nos damos la mano como cuando se la dábamos a nuestros padres para caminar por la calle, todos hacemos puchero cuando no nos gusta algo, a todos nos dan ganas de ver películas de Disney y todos volvemos a jugar. Por todo esto también buscamos enamorados.
La edad te puede llegar a dar experiencia y madurez en la vida, pero no en el amor. Porque siempre que te volvés a enamorar, volvés a ser un niño.
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Foto: Willy Ronis |