Cuando conocemos a una persona, y nos termina gustando esa misma noche o reunión, es porque una característica suya nos llamó la atención.
Quizás esa característica sea su belleza, su elegancia, su profesión, su inteligencia, su logro económico, su humor, su madurez, su ternura, su simpleza, su locura, su creatividad y muchas más.
Es esa la característica, que tomamos y que transformamos en arma de seducción, la que nos hace querer acercarnos a esa persona para seducirla.
Quizás esa característica sea su belleza, su elegancia, su profesión, su inteligencia, su logro económico, su humor, su madurez, su ternura, su simpleza, su locura, su creatividad y muchas más.
Es esa la característica, que tomamos y que transformamos en arma de seducción, la que nos hace querer acercarnos a esa persona para seducirla.
Todas las personas que lograron entrar a nuestra vida amorosa lo hicieron por alguna ventana de seducción. Algunas entraron por la ventana de la belleza, otras por la ventana de la inteligencia y así.
Lo difícil no es que logren entran, si no que logren quedarse.
Logran quedarse las personas que demuestran que son más que esa característica de seducción por la cual entraron.
Cuando “La mina más linda del boliche” deja de ser eso y logra ser Cristina, se quedó. Cuando “El mejor guitarrista” deja de ser eso y logra ser Eduardo, también logró quedarse.
Nos enamoramos de la persona que logra opacar su arma de seducción con su persona.
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Foto: Luis Médici |